La crisis catalana puede ser entendida como un fenómeno
característico de la era de la pos verdad. En este sentido coincide con dos
hechos: la presidencia Trump y el Brexit. Estas tres realidades históricas han
acontecido imprevisiblemente gracias al uso de mecanismos de pos verdad. Nadie pensaba
que iban a ocurrir, pero han ocurrido más allá de toda lógica o sentido común.
¿Quién iba a pensar antes de la elección de Donald Trump que iba a ser de hecho
el presidente de EEUU? ¿No fue una gran sorpresa que el Reino Unido quisiera
salir de Europa? ¿No están los españoles conmocionados de haber llegado al
callejón sin salida de la crisis catalana? Se trata de construir percepciones
en los ciudadanos para que lleven a cabo determinadas decisiones. En estos tres
casos a través del voto en referéndums o elecciones presidenciales.
El nacionalismo independentista catalán ha utilizado
diferentes técnicas de la pos verdad para conseguir influir en las audiencias y
avanzar en sus objetivos. Ya se empezó a ver claramente el uso de la pos verdad
desde el nacionalismo independiente cuando el año 2013 se montó el Simposio
“España contra Cataluña” ,
un congreso de historia para apoyar la tesis de una España siempre en contra de
Cataluña. La técnica aquí fue el uso de expertos o voces autorizadas que ayudan
a construir una verdad única.
La posmentira es una mentira que se repite insistentemente y
aparece como un hecho irrefutable. El “Madrid nos roba” o la afirmación que
Cataluña puede salir de España y seguir en el marco europeo son ejemplos muy
claros. En esta dinámica El País intentó refutar esta posmentira con aquel
contundente artículo sobre “Mitos y falsedades del independentismo” En el momento del Brexit la prensa británica intentó también
desmontar también las falsedades que se construyeron para apoyar la separación.
Las manipulaciones a través de fotos y noticias virales han
sido ampliamente utilizadas. El referéndum ilegal del 1-O sirvió para utilizar
la manipulación de fotos y noticias que mostraban ciudadanos agredidos por las
fuerzas del orden público. La noticia viral de una mujer declarando que le
habían roto los dedos o uso de fotos que no respondían a ese lugar y momento ha
sido una estrategia muy poderosa para colocar en el foco de atención del
público el mensaje de que España es un Estado represivo.
En esta estrategia descomunal de la pos verdad que utiliza
el nacionalismo independentista se construyen multitud de relatos que se
entrecruzan y derivan unos de otros. La conclusión fácil se impone al
razonamiento. Así este relato del Estado opresor simbolizado en la “extrema
violencia” de la policía, deriva en pocos días en otro relato: España no es un
país democrático. La detención de los dos “Jordis” es la excusa perfecta para
apoderarse de esta narrativa.
Todo se enuncia desde la exageración, un tono épico se
impone porque estamos en un momento histórico donde Cataluña puede llegar a su
gran sueño de independencia. Todo destila emoción. Como el mensaje electoral de
Trump “Make America great again”. Eso es la pos verdad: una mentira emotiva,
una buena intención revestida de mantra.
Se imponen las realidades paralelas: paralelamente a la
realidad constitucional, surge, con la aplicación de las leyes de la
desconexión del independentismo, la realidad republicana. ¿Dónde estamos: en la
monarquía constitucionalista o en la república independiente?
Es una lucha por las percepciones de la opinión pública. Es
el poder de la imagen que antecede a la realidad y que domina tan mal el
Gobierno español en su estrategia de comunicación y de marketing, como
respuesta a la pos verdad del nacionalismo independentista. El Gobierno español
no ha sabido desmontarlo y no ha sabido tampoco construir relatos honestos y
emocionales de unión fraternal.